Por Ándrés Heguaburu.
“Amamos Uruguay” fue lo primero que me dijo Maica, su
productora. “Nos duele no tener la gira por Montevideo”, me expresó compungido
el maestro.
Dolina ha generado con sus oyentes uruguayos, un vínculo
que sólo puede asemejarse al que tiene con los bonaerenses (aclaro aquí que no
con los porteños, quienes más bien suelen ignorarlo, en un desdén similar al
que tenemos nosotros con grandes figuras de nuestro arte y nuestra radio) y en
particular con los platenses. Consciente de esa relación, le interesa cuidarla,
mimarla (que es a la vez, dejarse mimar).
Dolina cuando llega al Uruguay es capaz de llenar teatros
enormes. La gente hace cola desde la noche anterior para asegurarse las
entradas, y lamentablemente, la radio que lo trae ha elegido muchas veces ése
camino en lugar de algún otro más democrático y menos torturante, como la
reserva telefónica o via mail.
La entrevista se pactó en unos diez días. En el proceso,
yo iba cumpliendo con puntualidad suiza con los requerimientos de su producción….
y ellos también. En el día y a la hora convenidos, Dolina estaba del otro lado
de la línea, dispuesto a compartir conmigo un rato de charla, seguramente
cómodo porque era con Radio Nacional (su primer casa en Uruguay).
A ésta altura ya no me emociona cuando entablo contacto
por primera vez con alguien que admiro… eso en los últimos tiempos, se ha
transformado en una dichosa costumbre en mi vida. Pero así como con Cacho De La
Cruz me pasó que no pude evitar sentirme un niño, o con Víctor Hugo tuve ganas
de aprender periodismo de nuevo, con Dolina me pasó que no pude evitar sentirme de 24 años. Aquella etapa donde comencé a escuchar otras
historias de vida, bastante distintas a las que homogeneizaron mi educación. Y
ahí estaba Dolina, con su programa, con sus libros, con su arte a la vez
sublime y atorrante.
Arranqué la charla con mis habituales herramientas
periodísticas, sabiendo que un entrevistado de éste calibre, en ausencia de
talento personal, iba a sacar lo mejor de mi.
Los temas se sucedían y cuando llegó el momento de hablar
de su programa, decidió no posponer la cuestión: “Ya que me pregunta por mi
programa quiero hablarle un poco de mi programa en Uruguay”. Y ahí se mandó…
Uno sentía que sus palabras, estaban respaldadas por la
autoridad de quien dió muchas oportunidades infructuosamente.
Cuando me decía “A El Espectador no le interesa mi
trabajo” y cosas por el estilo, se me planteaba la duda de si Dolina deseaba
que todo mejorara en la emisora que se encuentra, o acaso su cansancio le hacía
estar anhelando un cambio de aire.
Me inclino más por lo segundo. Para llegar a decir
públicamente lo que dijo, debe estar muy cansado.
La charla siguió por donde tenía que seguir: fútbol,
minas, libros, lunfardo, humor, tango… y la sensación vertiginosa de que el
tiempo pasaba, y me iban a quedar muchísimas cosas afuera de la nota, cosa que
inevitablemente ocurrió. Tanto, como que me reprocho una y otra vez por qué no
le pregunté aquello o lo otro…
Estoy feliz con la entrevista, pero me parece que ahí
está sólo el 5% de lo que quisiera preguntarle a éste fenómeno de la radio.
Espero tener revancha con Dolina, y espero que Dolina
tenga revancha con la radio uruguaya…